Cuando te dije que había
algo en mi que estaba roto,
me pare enfrente tuyo,
y te extendí mis manos,
y te dije "vení, tocá,
sentí con tus manos las mías,
y decime que mis heridas no son reales".
Vos te paraste enfrente mío
y metiste tus dedos en mis heridas,
hasta rasgar la piel rosada
que estaba curando.
Y dijiste "esto no puede estar lastimado,
esto no te puede doler"
Y sentí el peso
de ser vulnerable a cualquiera.
De mostrarle sin dudar
mis estigmas y mi costado
a quien quiera verlo y decir
que la lanza entre mis costillas
no debería dolerme.
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