Cuando llegaste eras
así de chiquitito
chiquito como
una zapatilla.
Y me llorabas acurrucado
contra la puerta
del patio.
Y te dormías en mi regazo
soñando y
moviendo las patitas.
Y me mordías los dedos
los lápices, las
medias, los cordones.
Llegaste justo justo
justo para
enseñarme
que mi corazón
no estaba
ni
tan roto
ni
tan frío
ni tan
hueco.
Me mostraste que había en mí
mucha más fuerza
mucha más
voluntad
de la que pensaba que había.
Hoy ya no sos chiquitito
aunque respondés
al nombre de Zapatilla.
Y aun seguís llorando
mirándome por la
ventana.
Y seguís durmiéndote conmigo
en ese huequito tras mis piernas.
Y seguís mordiéndome las cosas
robándome las
alpargatas.
Seguís llenando mi corazón
de
alegría
de
esperanza
de
orgullo
Y te sigo amando, mi príncipe.
como cuando te
encontré
como cuando
llegaste
como cuando
te robaste
tu
primera alpargata.