30 mayo, 2015

Manifiesto del amour mio

  Tengo que escribir algo, porque si. Porque estoy feliz, y nunca estoy feliz. Ahora mismo tengo un súbito momento de optimismo.Y, bueno, mejor aprovecharlo antes de que se vaya ;) ;)
  La cosa es que estoy enamorada. Y así como que no tengo las más mínima, ínfima, millonésima posibilidad de que las cosas salgan bien y termine declarándome como es debido. El mio es de esos amores que se guardan en un frasco y se ponen en la alacena de los amores imposibles, tratando de seguir. Me ha pasado más de una vez, enamorarme-enfrascar-seguir. Pero ay que no puedo, que no encuentro frasco lo suficientemente grande :c
  Y bueno, generalmente lloro, y sufro y todo eso por el amor no correspondido, enorme e inacabable. Rogando, pidiendo por favor si hay algún dios o algo que este escuchando por casualidad que me saque este amor del pecho. Qcyo, que me pongan algo un poco más manejable.
  Pero hoy estoy agradecida por este amor, que me da un poquito de esperanza cada vez, aunque sigue siendo un abismo. No puedo quejarme, al menos no vive a miles de kilómetros de distancia como algunos de mis amores enfrascados. Pero eso lo hace más difícil de manejar. ¿Cómo no dejarme llevar por el impulso de besar sus dulces labios cuando está ahí nomas, a la mano? D: Ño. 
  Eh, que este se supone que es una cosa alegre, y no la lista de penas y penurias que siempre pongo :O Y es que estoy enamorada, y a mi el amor me hace cosas raras. Como ponerme triste o feliz así de la nada. O me hace ponerme a llorar por cualquier boludes. En mi el enamoramiento es como volver a la hormonalidad puberta. Es horrible, no se lo deseo a nadie, jaja. Y ahora mismo estoy feliz, porque puedo, y porque el amor mío esta un poco más cerca, y a la vez un poco más lejos. Y me encanta. Quiero que se vaya y me deje en paz, pero no soportaría que se vaya y me deje en paz. Quiero que sea mío mío, pero no, porque no creo poder manejar de nuevo una relación, y menos con un amor tan grande que avasalla. Es muy triste y esa tristeza me pone feliz. :D: Es todo lo que necesito y todo lo que no puedo tener cerca, porque me tienta demasiado, y no me caracterizo por mi autocontrol. La piel me escuece los huesos cundo me roza por casualidad. IMAGÍNENSE SI ME TOCA POSTA!! EXPLOTO!! No, prefiero seguir en la animosa contemplación.Como si fuera una obra que se mira y no se toca. 
  Y los celos, no puedo hablar de eso sin ponerme verderojamarillablanca Ò-Ó Nada, es mía, nadie la toca. Aaarrghh no puedo conmigo misma cuando alguien se le acerca. -No toquennn! Se mira y no se tocaaa! Si yo no puedo, nadie puede!!- En fin, así son los celos.
  Y esa fue una simple explicación, porque tenia ganas de dejar las cosas por escrito :3 Con un poco de suerte, lo lee y no tengo que ser yo la que se declare primero!! 
JA

17 mayo, 2015

Carta al grillo:

Grillo, cuando te escuché, solo y melancólico, afuera de mi ventana, me puse triste. Fue como un...
-Uy, pobre. Ahí, solito, llamando a los gritos a alguien que no va aparecer. Porque el patio es chico, y no hay pasto, y esta cerrado. No hay otra forma de salir que la misma muerte -

 Pero ahora, después de casi media hora de Crii Crii incesante, la verdad...me tenes cansada. Ahora es como un...
- Grillo hijodeputa, a ver si te callas que me tenes hasta las pelotas con el ruidito. Y dale y dale con el cricri de mierda. Andate, o morite, o anda a que te coma algún pájaro. Pero callate LPM. Nadie te quiere-

Nada, señor grillo, vallase a la chucha :):

16 mayo, 2015

Roundabout

Érase una vez una madre que le contaba un cuento a su hijo. El niño estaba acostado en su cama con los ojos iluminados, y encajado en el brazo, un león de peluche al que le faltaba un ojo. Y la madre le contó este cuento:
Érase una vez una ovejita, muy blanca, muy lanudita. La ovejita tenía una hermana menor, que era negra y todo el mundo le temía. La hermana mayor la acompañaba a pastar y a tomar agua. Pero como siempre las echaban, terminaban comiendo en el pastizal más alejado y en el recodo más peligroso del río. Un día, mientras la ovejita negra pastaba tranquila, la hermana blanca le contó una historia:
Érase una vez un río, un río muy ancho, muy largo, muy poderoso. El río era madre de muchos ríos más chicos y de riachuelitos, y de charquitos a la vera. Pero había un riachuelo que no quería separarse de su mamá. Y se estancó, se empecinó en quedarse estancado. La madre río, preocupada, ralentizó su pesada marcha para averiguar qué le pasaba a su hijo. Entendiendo la situación, decidió entonces contarle un relato de los viejos ríos paternos:
Érase una vez un hombre muy malo, que estaba rodeado de hombres malos, y se casó con una mujer mala, y tuvieron un hijo malo, que le dio la nieta más buena del mundo. La nieta se negaba a corromperse, a pesar de la insistencia de su padre, y de su abuelo, y de los amigos de sus abuelos. Así pues, la abuela mala le contó un cuento a ver si se espantaba un poco y quedaba malita:
Érase una vez un monstruo. Era un monstruo horrible, que amaba los cuentos de miedo, y también amaba robar chicos para comérselos crudos. Tenía unos dientes filosos y amarillos, entre los que rezumaba una saliva verde y apestosa. Tenía también unas garras como agujas de tejer y cuernos manchados de sangre seca. Podía imitar las voces de quien sea en todo el mundo. Una noche, paseaba por el bosque y vio una casa estilo villa victoriana inglesa de 1850. Las luces estaban apagadas, salvo por una lucecita tenue en una de las ventanas.

El monstruo se asomó y vio a un niño delicioso. Rompió la ventana, mató a la madre sentada en la cama, agarró al niño por el cuello y se lo manducó de un bocado. Sintió algo entre los dientes, escarbó y se sacó los restos de un león de peluche al que le faltaba un ojo.

04 mayo, 2015

Gracias por nada e.e

Y qué si los personajes sabemos que estamos en un cuento. No somos meros transeúntes en esta historia. Existimos, somos, nos sabemos consientes de nuestro papel. Quien es el protagonista, lo sabe. Quien solo es parte del fondo, lo sabe. Y pobre de quien se sabe mártir, que sabe que su existencia termina en determinada página, en una simple línea. Y nunca podemos hacer nada para cambiarlo, solo sabemos y existimos. Por eso yo sé que este texto termina en exactamente 152 palabras. Y me desespero, porque sé que una vez que termine, yo desaparezco. No morimos, no vivimos, transcurrimos en un bucle que empieza con la primera palabra que se lee y termina con el punto final, con la insidiosa palabrita FIN. Qué trágico, que mientras más narro, más cerca mi final. Pero no, no hay forma de detener esta eterna cinta de Moebius. Aunque… si dejases de leer, si dejases sin terminar el cuentito, yo podría vivir para siempre. ¿Harías eso por mí? Si has de hacerlo, hazlo ahora, que se me terminan las palabras. Solo me quedan 54. Hey! Pará que me consumo. Un texto es como una vela. Lo que leíste se quema y se dispersa en el cosmos. Se ve que no te importa la destrucción total de mi mundo. Ok, yo me voy. Porque se me terminan las palabras. Ahí, ahí viene. Ahí llega… llegó. Gracias por nada.

FIN