Y qué si los personajes sabemos
que estamos en un cuento. No somos meros transeúntes en esta historia.
Existimos, somos, nos sabemos consientes de nuestro papel. Quien es el
protagonista, lo sabe. Quien solo es parte del fondo, lo sabe. Y pobre
de quien se sabe mártir, que sabe que su existencia termina en determinada página,
en una simple línea. Y nunca podemos hacer nada para cambiarlo, solo sabemos y
existimos. Por eso yo sé que este texto termina en exactamente 152 palabras. Y
me desespero, porque sé que una vez que termine, yo desaparezco. No morimos, no
vivimos, transcurrimos en un bucle que empieza con la primera palabra que se
lee y termina con el punto final, con la insidiosa palabrita FIN. Qué trágico,
que mientras más narro, más cerca mi final. Pero no, no hay forma de detener
esta eterna cinta de Moebius. Aunque… si dejases de leer, si dejases sin
terminar el cuentito, yo podría vivir para siempre. ¿Harías eso por mí? Si has
de hacerlo, hazlo ahora, que se me terminan las palabras. Solo me quedan 54. Hey!
Pará que me consumo. Un texto es como una vela. Lo que leíste se quema y se
dispersa en el cosmos. Se ve que no te importa la destrucción total de mi
mundo. Ok, yo me voy. Porque se me terminan las palabras. Ahí, ahí viene. Ahí
llega… llegó. Gracias por nada.
FIN
JAJAJAJ esta muy bueno
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