23 abril, 2015

Sangre negra

Buenas, vengo a contar una historia :)
Verán, yo soy uno de esos médicos que sacan sangre. Loable y heroica tarea la de pinchar a la gente y sacarle sus fluidos vitales. Bueno, ella llegó un miércoles al mediodía, en la clínica San Antonio. Llegó cargada de papeles, con los lentes dorados chuecos, haciendo equilibrio en la punta de si nariz. Los rulos negros se arremolinaban al rededor de su cara, desprendiéndose del moño como si chorrearan en regueros espiralados. Dejó todas sus cosas en la mesita de recepción y entró al mínimo consultorio. Su piel mulata contrastaba con las paredes blancas. La saludé así como protocolarmente y me dispuse a buscar todas las cosas que necesitaba. Pero algo en ella me atraía, no podía evitar mirarla. Sus ojos me observaban inquietantemente. Dos piletas negras vacías de iris. Todo pupila. Y olía a tinta y a papel. Pero a una tinta y a todas. De lapicera, de máquina de escribir, de impresora, tinta china. Todas perfectamente reconocibles. Inundó mi mente y me embotó el cerebro. Así, cuando le saqué un tubo lleno de sangre espesa negra, ni me inmuté.

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