Cuando llegué, solo había luz. Una luz cegadora, que no me
permitía ver, solo reír. Con el tiempo la luz comenzó a opacarse, pero no a
claudicar. Tomó otros matices, bajando hasta un gris tenue, o escalando aun
blanco irreal. Pero crecí, y empecé a notar las manchas negras de la vida. Por
un tiempo solo dejé que las manchas pasaran a mis lados, pero no sobre mí.
Tristemente, el mundo se fue haciendo cada vez más oscuro. Las blancas y
tintineantes carcajadas del pasado fueron apartadas por unas grises sonrisas
ambiguas. La oscuridad ya no solo me rodeaba, me empujaba, me golpeaba, me
hería, buscando un lugar por donde entrar. Por un tiempo abracé la oscuridad,
dejando que me amparara, dejando que fuera parte de mí. Muchas veces me dijeron
que la dejara ir, que la despegara de mi piel. Pero no podía, no quería
hacerlo. Ser oscura me daba una excusa y una protección que no encontraba en
nada más. No creo que entiendas. La oscuridad me llenó por un período corto de
tiempo, pero que se sintió como una eternidad. Adoptar la oscuridad traía sus
desventajas. Alargaba los días y las noches, creando un espiral sin fin. Pero
tarde o temprano, algo tenía que cambiar. Llegó alguien diferente a los demás.
Era oscuro como yo, pero también era luminoso. Aunque él no lo notase. Era
perfecto. No quiso convencerme de que la oscuridad era mala, no quiso que me
desprendiera de ella. Simplemente me mostro mi propia luz, me hizo creer en mi
propia luz, me convenció de que la luz que tenía era hermosa a su manera y que
no tenía que erradicar a la oscuridad. Tenía que mantenerla a raya. Y heme
aquí, aún con algo oscuro en mí, a gusto con la oscuridad que tengo y con lo
que ella hace de mí. Porque no hay nadie que sea absolutamente luz, ni nadie
que sea absolutamente oscuridad.
Hasta el ultimo parrafo me daban ganas de matarte -_- por suerte luego cambio la idea de la historia :)
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