03 noviembre, 2013

Estrellas de ciudad


Son las 5 de la mañana y hace frío, pero heme aquí... Sentada frente a este montón de teclas desordenadas. El latido de la computadora me mantiene insomne y esa música que suena en mi cabeza cuando hay silencio. Pero cuando me pongo a escribir, en mi mente se relatan las palabras, retumban haciendo eco. Miro por entre las rendijas de la persiana y no veo el sol, como otras veces. Solo la amarga inmensidad de la noche. En otros lares el cielo se cubre de estrellas, haciendo una amalgama de colores y brillos, como purpurina estelar. Pero aquí, en medio de una ciudad infesta, no hay estrellas, no al menos los millares que debería haber. Hay unas 20 estrellas escuálidas, que titilan perezosas, ocultas por las nubes, la polución y las luces. Las estrellas aquí son haraganas, no quieren brillar ferozmente como en otros lugares; no, se quedan reservando energía para cuando lleguen a esos lugares. Son estrellas efímeras, que ven a la luna brillando y brillando como la vedette del cielo y ellas se sienten disminuidas, humilladas. No ven la hora de que sea luna nueva y ella se vaya a pavonearse a otro cielo de otra noche, ojalá de otro mundo. Las estrellas, aquí, son hipócritas envidiosas; ven que una hermana brilla más y se desasen en elogios, pero rechinan los dientes por lo bajo y maldicen el brillo que no tienen. Aquí algunas estrellas son acomplejadas; se ven, todas mustias y apagadas y tratan de esconderse, de ocultarse del ojo escrutador. Intentan robarle un poco de brillo a la luna y taparse con eso, disimular. A veces hay estrellas viajeras, y estas se destacan por ser rojizas. Llegan de vez en cuando, reflejando la luz de quién sabe qué planeta, hablando de las maravillas del universo, causando suspiros y envidia. En la cúpula estelar de mi ciudad jamás esperen ver una nebulosa. Esas ornamentaciones orquestadas de millones de estrellas, en donde cada una sabe el lugar que le corresponde y el que se merece. Se pavonean todas juntas, viajando solo por cielos selectos, solo en las noches más oscuras, más románticas. Muy de vez en cuando hay, en otros lugares, lluvias de meteoritos, me han dicho. Son como millones de estrellas fugaces que surcan el cielo en una trifulca celestial. En ese momento las estrellas se quedan quietecitas, quietecitas, no vaya a sr que por accidente las choquen y las apaguen. En mi ciudad el cielo es azul oscuro y no se distingue la división con el mar. En Mi ciudad las estrellas son casi humanas, sintiendo las emociones que nosotros dejamos atrás. En mi ciudad las estrellas miras a la gente; miran a una adolescente muriéndose de frío frente a un teclado y una pantalla, escribiendo.

1 comentario:

  1. O.O Me arrodillo ante sus pies alteza, su manera de redactar es brillante. Siga así que le aseguro llegará muy muy lejos.
    Tu novio, que siempre estará a tu lado en las buenas y en las malas
    :)

    ResponderEliminar