12 marzo, 2013

Flamas

Hoy no se que escribir, así que probablemente termine siendo algo muy genial...o muy mierda.

Una mujer prende una vela, porque no hay luz, porque quiere rezar, porque tiene un invitado especial. Y la llama baila sobre la punta candente del pabilo. Se menea, se retuerce, se estremece; y de pronto una pequeña parte de ella salta hasta la servilleta de papel debajo del porta-velas. De allí camina despacio hasta el servilletero y se esconde entre las servilletas plegadas. Se asoma tímidamente para ver si hay alguien y se desliza serpenteante hasta el  borde de la mesa. De allí salta, vuela y cae en la alfombra. Se arrastra como una serpiente y se oculta debajo del sofá. Corre apresurada hasta la pared y se sube a la cortina; trepa y trepa hasta el borde de la ventana cerrada. Trata de salir, pero el vidrio se lo impide. Del otro lado, oscuridad, noche. Mira a su alrededor y ve una luz en la cocina. Y en la cocina una ventana abierta. Baja de la ventana, recorre la sala, sube a una silla y vuelve a bajar. Llega a la cocina toda apresurada. Recorre los cerámicos nacarados y sube por la paja de la escoba. Sigue subiendo por el palo, llega a la mesada y repta hasta debajo de una tacita de te. Pero tiene poco aire ahí abajo, empieza a ahogarse, a hacerse mas y mas diminuta. Sale presurosa de ahí abajo y corre despavorida hacia la ventana. Pero hay un problema, la gran pileta llena de agua y platos; rodeada de pequeñas gotas de agua que son como un campo minado para la flama. Empieza a caminar, paso a paso, un movimiento en falso y sería flama muerta.Roza de pronto una diminuta gotita y el agua se evapora. La flama zigzaguea esquivando las gotas a toda velocidad y llega a la cortina y de ahí a la madera y antes de saltar al pasto y ser libre mira hacia atrás y ve las cientos de miles de flamas que se distribuyen por la casa. Salta hasta el suelo y sigue corriendo, lejos, muy lejos. Su único objetivo es alcanzar al sol. Pero de pronto un terremoto la sacude y un camión rojo se detiene a unos metros de ella. La flama retrocede apurada, escondiéndose entre el pasto y las demás llamas. Grandes chorros de agua salen escupidos de largas mangueras, y van extinguiendo las hermanas de la llama. Una a una desaparecen. Al final solo queda ella, sola, agazapada tras un yuyo. Tiembla, ve un pie gigante y antes de morir pensó en que nunca había visto el sol.

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