20 febrero, 2013

Pensamientos confusos



La luna asomaba entre las nubes develando así su curvilínea forma de C y los grillos llenaban el aire de una apacible melodía que me hacía recordar las noches en el campo. Ahora, tras esta ventana asegurada de una forma que yo no pudiera abrirla, observaba el pacífico paisaje nocturno que se devalaba ante mí. En verdad era lo único entretenido para mirar, dentro mi habitación era sosa, paredes blancas, cama blanca, piso blanco, ¿Qué puede haber de entretenido en un cuarto de manicomio? La camisa de fuerza me acalambraba los brazos e imposibilitaba la tarea de rascarme la espalda como es debido, por eso de vez en cuando me restregaba contra la pata de la cama como un animal marcando su territorio. Estar encerrada da mucho tiempo para pensar, y de qué forma mi mente volaba cuando me mandaban a confinamiento solitario. La posición de las estrellas me decía que estábamos a fines de marzo, aunque las hojas desparramadas por el césped eran más elocuentes que la posición de esas enormes masas de calor y energía a millones de años luz del hospital. De pronto un grito se escuchó a lo lejos, desde otra parte del complejo, buenas noticias, pronto me sacarían de este aborrecible cuarto albino para dejárselo a alguna otra pobre alma confinada.

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